“Veante mis ojos, dulce Jesús bueno, veante mis ojos, muérame yo luego”
La madrugada del día siete era llevada, de la mano de María, hasta la presencia de su Hijo, a los 98 años y 79 de Vida consagrada. Agradecida y gozosa.
Nació en Alberguería de Argañán el año 1926, un pueblecito muy cercano a Ciudad Rodrigo y allí, en el Colegio de la Compañía cursó el Bachillerato.
Ingresó en el Noviciado en el año 1945 y recién hechos los primeros votos, en el 1947 fue enviada a Buenos Aires ciudad que ella sentía como su segunda casa. Allí pasó la mayor parte de su misión apostólica y tras una breve estancia en Rocha, en el año 1972, regresó a España a los colegios de Jesús Maestro, Ciudad Rodrigo y Puebla. Llegó a esta casa en el año 2001.
Su vida apostólica estuvo siempre alrededor de la infancia y la adolescencia en nuestros colegios y en esta casa dedicó horas a atender la portería y recibir amablemente a todos los que llegaban. Celebró sus bodas de diamante hace cuatro años pero debido a las restricciones del Covid 19 no pudo asistir nadie de su familia ni las hermanas de la comunidad del Colegio ¡Con lo que hubiera disfrutado compartiendo su alegría y gratitud con todos ellos!
De trato afable y buena conversadora. Siempre fue agradecida y generosa con cuantos la trataron.
Disfrutaba estando en su habitación, pero se interesaba y estaba al día de todas las cosas de la Iglesia, la Provincia y la Compañía. Muy devota de la Virgen María a la que se encomendaba y encomendaba a las personas que quería con el rezo completo del rosario.
Estos últimos años, ya en silla de ruedas debido a su extrema debilidad, pasaba las horas escuchando “Radio María” o leyendo revistas que le enviaban, sobre la Virgen de Fátima o noticias eclesiales.
Conservaba su mente lúcida y le gustaba estar al día de todo lo que pasaba en la comunidad, en la Provincia o en la Compañía. Tenía una férrea fidelidad al Señor desde su vocación de Teresiana y con unas ganas enormes de vivir decía que le gustaría llegar a los 103 años, como su madre. El Señor no ha querido hacerla esperar más y se la ha llevado, a punto de cumplir los 99 años, para que los celebre con ella.
Josefa, ya no hay “debilidad física”, ni pastillas, ni dolores de ningún tipo, sólo hay AMOR, PAZ, ALEGRÍA, encuentros con tus seres queridos, familia, hermanas, santos de tu devoción… LA MISERICORDIA ETERNA DE DIOS.
En esta, su última enfermedad, en la que casi ya no podíamos comprender lo que decía, supo aceptar sus limitaciones y con sus gestos se mostraba paciente y agradecida.
Tú tienes ahora una misión nueva: orar por nosotras, bendecirnos y acompañarnos en nuestro camino ¡hay tantas intenciones por las que rezar! Contamos contigo.