8 de marzo, día internacional de la mujer.

Y como mujeres nos unimos a tantas otras mujeres, conocidas y desconocidas, visibles e invisibles, mujeres que gritan y reclaman derechos, y otras que solo pueden callar.

Somos mujeres, y como mujeres, no podemos ignorar el sufrimiento de muchas, o hacer oídos sordos a la injusticia, no podemos callar ante las palabras que desprestigian o infravaloran, o se aprovechan de la necesidad. No podemos dejar de comprometernos en procesos que “defiendan a la mujer que sufre agresión y violencia, acompañarlas en el empoderamieno y la reconstrucción de su dignidad” (Documento Capítulo General 2.3)

Somos mujeres y como mujeres nos sentimos unidas a otras muchas, que de mil formas hoy volverán a significar que nuestra grandeza es, precisamente, nuestro ser de MUJER.

Somos teresianas, mujeres consagradas. Mujeres unidas a tantas otras, conocidas o no, niñas, jóvenes y mayores, mujeres que hoy saldrán a las calles o mujeres que en mil rincones escondidos de nuestro mundo seguirán la rutina, quizá sin saber que hoy es su día.

Para muchas personas un día sin sentido, para otras innecesario, para otras un motor de acciones, o un día donde acumular sueños y denuncias. No importa el matiz o el color que cada una le dé, lo que importa es que hoy, 8 de marzo, nos sintamos unidas a esa gran riqueza que somos en nuestro mundo, también en la Iglesia, y que nadie nos puede quitar: SOMOS MUJERES.

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